Quisiera compartir con ustedes una de las mayores experiencias de mi vida y que ha supuesto un antes y un después a todos los niveles.
Todo comenzó cuando me invitaron a una conferencia a la que no pude decir NO por el entusiasmo y cariño con el que me hicieron la invitación. Llegamos a la charla y nos encontramos ya con un ambiente distinto e impactante a lo acostumbrado en este tipo de ambientes. Lo primero que vi fue una gran sonrisa dibujada, que como mínimo te llama la atención; Me senté para escuchar, pero no había terminado de sentarme cuando el conferenciante nos puso música y nos invitó a bailar por parejas y así lo hicimos. Como ven, fue una charla atípica, sonrisas, baile e impacto en las palabras de Juan Carlos Castro Cuadrado.
Tanto impacto causó en mí sus palabras que aunque con reticencias asistí a un seminario que impartía un par de días más tarde. Cuando llegamos, a las 9 de la mañana, el profesor nos aseguró que al terminar (hacia la 1 de la madrugada, y no exagero) que seríamos capaces de romper una tabla de madera con la mano (al más puro estil karateka), que caminaríamos sobre cristales rotos y que partiríamos una flecha con el esternón, y todo con el más puro e intenso entrenamiento mental.