Alguna vez os habéis parado a pensar en cuantas cosas guardamos en casa?. documentos antiquísimos, que estamos seguros nunca nos van a hacer falta; ropa que no nos ponemos, bien porque no nos sirve, porque es de otra temporada, porque la vamos a reciclar (y nunca lo hacemos), pero guardamos por si acaso; material escolar que compramos, guardamos, no sabemos donde y terminamos volviendo a comprar lo mismo; toallas, sábanas, útiles de cocina, que probablemente tengamos por duplicado e incluso por triplicado o cuatriplicado; el típico regalo que nos hacen cuando alguien va de vacaciones y aunque no nos guste lo ponemos solo por no herir los sentimientos de la persona que con tanto cariño nos ha hecho ese presente. Así podría seguir hasta cansarnos.
Guardar cosas para cuando no tengamos o se nos rompa algo, es una idea fantástica; el problema viene cuando queremos encontrar algo que verdaderamente necesitamos, que al final nunca lo encontramos o cuando queremos comprar algo nuevo, pues siempre surge la misma pregunta: ¿Dónde lo guardo?.
Durante estos días me ha dado por pensar si esto de no limpiar la casa de cosas que no usamos, están estropeadas, etc., tiene alguna similitud con nuestra higiene mental; me refiero a que si alguna vez nos hemos planteado limpiar nuestros armarios mentales de aquellas ideas, actitudes, hechos que bien se quedaron lejos en el tiempo o simplemente ahora no nos sirve.
Limpiar, dejar hueco, deshacernos de aquello que hace más de un año que usamos es un sano ejercicio, en todos los sentidos; no solo porque desempolvamos las cosas, los pensamientos, las actitudes, etc., sino porque dejamos hueco para lo nuevo que está por llegar.
Cuando empezais a limpiar vuestras estanterias?