Cada vez quedan menos placeres en la vida tan baratos y deliciosos como abrir los ojos y poder seguir durmiendo…. Un día de los que no hay que madrugar, sea sábado, domingo , festivo o lo que sea.
El otro día esuché por la radio a un neurólogo español que decía que cuando dormimos, llega un momento en que dejamos de ser nosotros mismos. Es decir, llegamos a un nivel de inconsciencia en el que se diluye la propia identidad porque las conexiones cerebrales responsables están inactivas
De Carabaas, visto en
http://carabaas.livejournal.com/
. Hace falta muchísimo entrenamiento para llegar a un estado de relajación y calma de la mente que no sea la que precede al sueño.
El sueño ,no como necesidad fisiológica, sino como experiencia y actividad ( o inactividad ) humana refleja ambién nuestro carácter y estilo de vida, como el comer , la forma de moverse o de vestirnos. Hay personas que necesitan adoptar posturas y orientaciones corporales concretas para conciliar el sueño , una intensidad de luz o de oscuridad, tener o no la ventana abierta,.. , según un estudio de 2003 de Chris Idzikowski, director del Servicio de Evaluación del Sueño de Londres , las personas que adoptan posición fetal, por ejemplo son fuertes en apariencia pero sensibles en el fondo. Suelen ser tímidos cuando conocen a alguien pero enseguida se relajan. Y quienes adoptan la postura «tronco» (duermen acostados sobre uno de los lados, con los brazos a lo largo del cuerpo) son fáciles de llevar, gente sociales a la que le gusta formar parte del grupo y que confía con facilidad en desconocidos.
Por otro lado el sueño no significa lo mismo para nosotros siempre: no es igual aquél sueño cálido que entra poco a poco en forma de siesta , acariciándonos, bajo suaves rayos de sol… que el que aparece cuando caemos rendidos después de un día intenso. En el primer caso el sueño es un placer, un capricho del que podríamos realmente prescindir. En el segundo nuestro destino inequívoco .
Yo me siento feliz cuando recuerdo que al día siguiente no tengo que madrugar. Y también a veces madrugar me resulta casi insoportable. Pero también reconozco que esa «angustia» se compensa cuando al pasar el día sientes que lo has aprovechado, que has disfrutado de más horas siendo tú mismo/a , presente en el mundo.
Hay determinados ratitos de sueño que son un auténtico lujo, y me gusta atesorarlos, reservarlos como premio de vez en cuando, sólo las cosas nos siguen resultando apetecibles cuando somos capaces de dosificarlas.