Hace poco alguien me dijo que no recordaba dónde había colocado el móvil . «¡Qué mala memoria tengo!» , se quejaba. Yo no estoy tan segura de si tenía problemas para recordar el lugar en el que había dejado el aparato o es que no había prestado atención mientras lo hacía.
La atención es un mecanismo imprescindible para la memoria , por ejemplo. Es imposible fijar una imagen o una frase si antes no la hemos captado adecuadamente .
La atención funciona como un «foco» que determina qué va a procesarse y qué no, a qué le damos importancia y lo que no es relevante en ese momento, según nuestros intereses, características, estado emocional,… Por ejemplo, si veo un escaparate puedo decidir quedarme sólo con la imagen de aquellos zapatos cuyo precio baja de 20 euros. Los demás no me interesan y por tanto no voy a recordar cuántos había , ni su forma, ni su color,…
Es comprensible porque la atención es limitada, no podemos atender a todos los estímulos a la vez , tenemos que hacer un filtraje de la escena. Al igual que no podemos realmente hacer dos cosas a la vez. Bueno sí, cuando una de ellas es automática. Por eso podemos hablar con el móvil para organizar una evento a la vez que caminamos.
El proceso de filtrado no sólo afecta a lo que percibimos del exterior, sino también a cómo elaboramos lo que creemos que somos, es decir, nuestro autoconcepto. Puedo atender más a mis errores que a mis logros, dar más importancia a los comentarios positivos o a los negativos de los demás…Y ¿qué resultado tiene esto para la autoestima?
Todo es cuestión de atención. Y la atención puede entrenarse en el día a día, con sencillos hábitos o ejercicios. Pero como la entrada se está quedando muy larga, esto mejor lo vemos la semana que viene :P.
Que tengan una buena semana 🙂