Alegría, ira, miedo, asco, tristeza y sorpresa . Son las emociones básicas, todos los seres humanos y no humanos nacen con ellas porque tienen un valor adaptativo: el miedo te protege del peligro, el asco de una intoxicación, la ira es impulso a la acción, como la alegría, y la tristeza facilitan la introspección y la recuperación de la energía.
A medida que madura nuestro cerebro , las emociones básicas se procesan, se elaboran cognitivamente , y dar lugar a las emociones complejas : la culpa, la vergüenza, la frustración, el orgullo,… Detrás de todas ellas hay una creencia que se ha incorporado con la educación y con la cultura. Así, para sentirme culpable, necesito un criterio sobre lo que debería o no debería hacer. Si me siento orgulloso/a, es porque reconozco haber cumplido con unos valores que me son deseables( éxito, lealtad, valentía,etc).
Y luego están las ideas sobre nosotros mismos, que impregnan a las emociones en base a cómo juzgamos nuestro comportamiento o nuestras acciones y su impacto sobre los demás . Así, me puedo sentir útil ( ¿ o pienso que soy útil?), lo mismo que desgraciado/a o inaguantable. ¿Dónde empieza el pensamiento y dónde acaba la pura emoción?
Ideas y sentimientos, en permanente interacción. A veces es importante separarlas, sobre todo cuando una idea ( no es adecuado…, temo las consecuencias…) no permite que las emociones fluyan de manera natural y se acaban atascando . O cuando la emoción es tan intensa que no nos permite tomar decisiones y nos bloquea ( pensemos en estados de ansiedad elevada).
Lo complejo en el fondo es más simple, y lo simple puede convertirse en complejo. Lo natural es experimentar emociones, porque son señales o pilotos de algo. Si les prestamos la atención adecuada, podremos aprender con mayor claridad qué necesitamos y hacia dónde nos dirigimos.