Seguro que no hay nadie con quien hables más que contigo mismo/a. Ni tu pareja, ni tu padre, ni tu madre: estás harto/a de oírte. Y esto es normal, porque eres quien tienes más cerca 😛
Nada más lejos de sonar a broma, quien primero reconoce lo equivocado/a que estaba o que se pregunta por qué no hizo las cosas de otro modo.. eres tú.
Y al igual que no es lo mismo oírlo a alguien que aquello no es fácil en lugar de oírle que es díficil, tampoco es lo mismo oírte a ti decir las mismas cosas.
También dicen que no existen los fracasos , sino los resultados . No son las mismas connotaciones, porque usando la palabra «resultado» o «consecuencia» en neutro, me ahorro el feo hábito de juzgar, que es lo que realmente hace daño.
En la misma línea tampoco nos sentimos igual cuando reconocemos que somos responsables antes que culpables de algo.
El lenguaje no sólo es producto del pensamiento, sino que éste puede acabar condicionado, distorsionado por la forma en que designamos lo que ocurre. Hay palabras a las que les hemos ido añadiendo mucha carga, mucho sentimiento, tanto positivo como negativo. Por eso unas pesan más que otras, quitando espacio y energía a ideas más provechosas.
Nos educan desde chicos/as para que seamos amables con los demás, que nos dirijamos con respeto ( sobre todo cuando se refiere a personas mayores que nosotros/as) y que nuestras palabras no hagan daño a otras personas y cortesía. ¿Por qué nos cuesta tanto comportarnos con nosotros/as del mismo modo?