Una niña me preguntó un día :¿Cómo sabes que ya eres mayor? ¿Porque ya no puedes ser más alto/a? ¿O porque ya no tienes hora para irte a la cama?
Ante la complejidad de la pregunta, se me ocurrieron miles de respuestas posibles, pero aún no así no fui capaz de describirle lo que puede significar hacerse mayor o madurar.
Pero hay algunos comportamientos o situaciones que sólo pueden aparecer si hemos alcanzado un mínimo de madurez intelectual y emocional. Vamos, que ya no eres precisamente un/a crío/a:
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Pensar a largo plazo, a más de seis meses vista. Cuando ya pensamos en las vacaciones del año que viene o en los planes de carrera.
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Darte cuenta de que la misma música, película o los planes que antes te encantaban ya no te entusiasman. Por eso ya no hacemos botellón y nos molesta la música-tan-alta-que-no-se-puede-hablar.
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Aceptar la responsabilidad ante un error sin sentir que por ello has fracasado. Reconocerlo de forma honesta, con la cabeza alta y afrontando sin miedo las consecuencias posibles.
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Pensar en resultados que beneficien a todos/as y hacer pequeños sacrificios por personas que aprecias. ¿ Cómo nos vas a ir a casa de tu madre con la ilusión que le hace verte comer su arroz?
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Perder el interés por gustar a los/as demás o sentirte integrado/a en un grupo. Por eso ya no te «empaquetas» necesariamente para salir.
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En lugar de sentir vergüenza, te inspira ternura y nostalgia ver las fotos de cuando eras niño/a. Y las enseñas y las compartes y buscas parecidos con más gente de la familia.
Dicen que crecemos en cuatro planos diferentes: el físico, el intelectual, el emocional y el espiritual. Y el proceso en cada uno de ellos puede ir a ritmos diferentes.
Para mí maduramos a medida que perdemos el miedo a dejar de ser jóvenes y aprendemos a educar a nuestro/a niño/a interior ( ojo, que todos lo tenemos) . Este año también te vas a hacer un poco más mayor, eso es así. Tienes otras 365 oportunidades para hacerte mayor… y mejor.
¡Feliz año nuevo a todos/as!.