Hace poco hablaba con un amigo,  que había quedado totalmente consternado después de una conversación con su hermana. Ella estaba muy preocupada por un problema que tenía con su jefe y él le explicó con todo detalle, para ayudarla, lo que podía hacer. La chica se puso aún más nerviosa y cortó la conversación. ¿Si no quiere que le dé mi opinión, para qué me llama? Se preguntaba él.

No siempre las personas nos cuentan lo que les ocurre o ha currido esperando una opinión, un consejo, una interpretación o la solución mágica a sus problemas. Muchas veces, sólo necesitamos notar que hay alguien escuchando y que para esa persona lo que estamos contando también es importante.

Sabemos de la relevancia de «saber escuchar», pero en la práctica no es tan fácil, ¿no? Sobretodo cuando pensamos que hemos pasado por situaciones similares ( para nosotros son similares), cuesta controlar el impulso de compartir nuestra experiencia,o de dar un consejo,  aún sin estar seguros de que sea eso lo que necesita la otra persona.

Y muchas veces este tipo de respuestas ayudan, pero también hay otras muchas en que podemos conseguir que la persona que sufre se sienta aún peor. Porque, aunque para nosotros/as la finalidad es diferente, se puede sentir juzgada o mal entendida. O puede sentir que le tratamos como fuera un niño/a, o con cierta condescencia.

Al final nadie nos enseña a escuchar, pero al final yo he aprendido algunas cosas. Cuando te encuentres ante una persona que te ha elegido para compartir algo íntimo e  importante contigo, recuerda:

  1.  Si para él/ella es importante, es importante. Tu valoración no importa, lo que importa es la emoción que nos llega.

  2. Deja que la persona se exprese, y espera a que te explique por completo antes de empezar a hablar.
  3. Que la escuches no significa que  tienes que quedarte quieto/a como una piedra, por eso la escucha debe ser «activa» : puedes hacer preguntas sobre aspectos que consideres relevantes o expresar explícitamente que comprendes lo que te quiere decir : « Ya entiendo…», » Me imagino cómo deber ser eso para ti…» Sobre todo si hablamos por teléfono. Y si no es así, también están los gestos, una mirada compasiva ( en el mejor de los sentidos, una mano sobre el hombro, o lo que llamamos la parte no verbal de la comunicación).
  4. Si crees que puedes ayudar con una opinión o una sugerencia, pregunta si quiere escucharla en ese momento. Así le das la opción de aceptarla o no.

  5. No tienes que estar ahí siempre para escuchar a los demás, hay momentos que no son buenos para ti. En ocasiones es mejor aplazar la conversación a ofrecer una mala escucha  y llegar a una situación desagradable.
  6. Piensa cómo te gusta que te escuchan cuando hablas de algo importante e íntimo para ti.

Me gustó esta frase de Stravinsky, y eso que creo que se refería a la múscia: Escuchar es un esfuerzo, y sólo escuchar no es mérito. Un pato oye también.

 

Recientemente visitamos una exposición en Centro Atlántico de Arte Moderno de Las Palmas (CAAM). A veces reconozco que hay cosas que me apetecen más, pero la sensación de descubrimiento y de profundidad con la que sales de allí, merece la pena.

Hay obras de arte que no están hechas para ser entendidas, sino para ser sentidas. El arte, como la belleza, no existe por sí mismo, sino que lo crea la persona que lo observa. Y según en qué momento de su vida, bajo que emoción, o expectativa, … obtendrá una percepción u otra. Ésa es la magia del arte. Y cuanto más abstracto, mejor.

Es verdad que requiere un poquito de esfuerzo,  superar la pereza de buscar un significado, entre tanta información obvia que nos rodea.

Y no se trata de ser capaz o de «entender de». No es necesario. De hecho, todos tenemos derecho a disfrutar del arte. Y es sano que los/as niños/as crezcan aprendiendo a valorar el arte,  y que ellos/as mismos/as se sientan  con seguridad para atreverse a crear.

Dedicar tiempo al arte no sólo es una señal de respeto por los artistas, también es bueno para quienes participan de él. Observar, tocar, degustar, experimentar el arte en definitiva nos ayuda a abrir la mente, superar los prejuicios, conectar de forma más emocional con la realidad y sobre todo muchas veces ayuda a comprender la realidad de otros. Sobre todo cuando hablamos del arte en su vertiente más comprometida.

Por otro lado, Juan Francisco González Díaz, psicoanalista y poeta, me dijo una vez yendo en el coche que todas las personas necesitan  algún tipo de expresión artística, ( ya sea pintar, bailar, cocinar, escribir, diseñar,… ). Para canalizar sus emociones, para comunicarse, para sentirse con el poder de quizá remover algo dentro de los demás.

Yo soy de escribir, prosa y poesía, y desde hace unos años también le doy al teatro.

Cuando hice con él un taller de Poesía, me dijo: « si para ti lo que has escrito es Poesía, lo es». No hay nada más que discutir, el autor aporta el estatus. Y luego que digan los demás si están dispuestos a invertir dinero en adquirirlo o tiempo en contemplarlo.

Les animo a que busquen su propio arte. No por dinero, ni por fama, ni por curriculum. Sólo por alimentar el alma.

 

 

Hay mensajes muy profundos que se llegan con una mano sobre el hombro, capaces de transmitir más apoyo que un «estoy aquí para lo que necesites» . Tan potentes como la humillación que puede producir un leve empujón con el hombro ( en plan quita de mi camino).handshake-1471563_960_720

Y sabemos que nuestra conexión es intensa cuando me agarras la mano con fuerza.

La comunicación adquiere un dimensión distinta cuando incluimos la piel, el contacto físico. En general , tenemos miedo a tocar a los demás porque pensamos que ese comportamiento puede malinterpretarse como un intento de acercamiento más íntimo de lo que procede o una invitación sexual ( si no es eso lo que esperamos en ese momento…:P)

Con el tiempo, estamos tan acostumbrados a evitar el contacto físico , que ni siquiera somos capaces de darnos cuenta de cuándo ( ni cuánto) necesitamos un abrazo…

La regularidad del contacto físico entre las personas varía entre culturas y edades.

Lo que no cambia es que los/as niños/as que se crían recibiendo suficientes caricias, abrazos y achuchones , en definitiva afecto a lo largo de todo el desarrollo, se convierten en adultos con mayor seguridad en sí mismos y mejor salud mental. Y lo que es más importante: tendrán menos reparo en acercarse física y psicológicamente a otras personas, incluyendo a sus propios/as  hijos/as.

Personalmente , pienso que si escuchamos a nuestra intuición, y al contexto, sabremos diferenciar cuándo tenemos permiso de otras personas para acercarnos, tocar, y llegar a ellos/as. Déjense sorprender y sólo observen qué ocurre.

 

guaguaReconozco que me gusta hablar con personas que no conozco. Y no necesariamente porque me esté aburriendo; busco la oportunidad, mientras espero la guagua, en las salas de espera, en el avión,… Los ascensores y los semáforos no ofrecen suficiente tiempo.

Los temas de conversación surgen solos: el tiempo ( qué frío, qué calor, qué lluvia, …) , el estado de la calle, la lentitud de los trámites,… A veces el encuentro se queda en una sonrisa, otras veces las personas se abren espontáneamente y son capaces de experiencias, detalles y sentimientos  que ni siquiera conoce su entorno más cercano.

Es verdad que podemos llegar a ser más sinceros con personas que no conocemos, porque para ellos/as no tenemos pasado ( ni probablemente futuro) , no esperan nada de nosotros ( y viceversa). Y eso nos hace sentirnos más libres.

Es una especia de borrón y cuenta nueva. Podemos ser lo que queramos, incluso llamarnos de otra manera, en ese momento nadie va a darse cuenta.

Por otro lado, hablar de ti ante alguien que no sabe nada te obliga a sintetizar, y así te das cuenta de lo que para ti es más importante. Cuando tienes que  explicar  a qué te dedicas, de dónde eres, qué vas a hacer en ese momento,…  hay  muchas respuestas posibles y estamos obligados/as a priorizar unas sobre otras. Con lo que al conocer nuevas personas,  también nosotros/as nos conocemos un poco mejor.

Decía  Kio Stark en una esta charla que «cuando hablamos con extraños, hacemos bellas interrupciones a la narrativa diaria de nuestras vidas… y las de ellos». Más allá del miedo y la pereza, participar en un  contacto fortuito puede merecer la pena por refrescar el día a día, como un  soplo de aire fresco.

Hace poco hablaba con una amiga que está un poco quemada con el ambiente tan tenso que se está generando en su  trabajo. Me decía que le preguntó a una compañera si ya había entregado un  informe ( sólo necesitaba ese dato, no pretendía hacer un queja )y le espetó algo así  «no, ¿por qué? ¿es que tenía que haberlo entregado ya? no he tenido tiempo..!» y más cosas en tono irritado. En el trabajo de esta chica, tras muchos cambios y problemas, la gente está «a la que salta», y el problema ya no es ése, sino cómo reacciona a gente de alrededor.

 

Cuando vemos que alguien se comporta «a la defensiva» posiblemente tienen problemas para discriminar el nivel real de amenaza en una situación, o no consideran que tengan recursos suficientes para enfrentarse a ella.escudo

Nunca o casi nunca es algo personal, sólo filtran la información que puede suponer un peligro o un problema para ellos/as. Esto puede ocurrir de forma puntual, fruto del estrés y la presión que se genera en el ambiente. O puede que alguna persona sea de naturaleza recelosa.

 

Es fácil sentirse ofendido/a cuando se cuestionan nuestras intenciones, eso no es agradable para nadie. Y entonces tenemos dos opciones:

 

1) Responder al mismo nivel de agresividad y alimentar la espiral del conflicto ( algo así como ¡…yo sí que no tengo tiempo!)

2) Recordar que esta agresividad no va dirigida a ti, sino que te ha encontrado por el camino, y devolverle a esa persona la seguridad que le falta como si no nos diéramos por aludidos/as ( está todo bien, tranquila). Generalmente las aguas vuelven a su cauce y la propia persona se da cuenta sola de lo irracional de su actitud. Otra cosa es que lo exprese.

Y es que al final alguien tiene que mantener el autocontrol… Lo importante es que no siempre sean las mismas personas, porque se acaban desgastando; hoy tú tienes un mal día y me toca a ayudarte, mañana será al revés y así mantenemos el equilibrio.

Al igual que no siempre la mejor defensa es un buen ataque, creo que no tenemos por qué «defendernos» de de esa defensa, si no hay ningún ataque que la justifique.

Que disfruten del fin de semana 🙂

Hace poco veía con un amigo en la tele una broma que una chica gastaba a su pareja, despertándole con una especie de sirena . A mi me pareció un comportamiento espontáneo, quizá algo arriesgado, pero no le di mayor importancia. Sin embargo mi amigo cabeceaba desaprobando la idea ( podía haberle dado algo o darse un mal golpe,…).sillas

La forma en que reaccionamos ante lo que hacen o les ocurre a los demás dice mucho más de nosotros/as mismos/as que de éstos/as. De hecho todas las valoraciones, opiniones y comentarios sobre otras personas, que son intrínsecamente subjetivos,  no son más que un reflejo de nuestros valores, inseguridades, fijaciones e intereses.

Mi amigo no dejaba de llevar razón. Del mismo modo que  recuerdo que este chaval siempre ha sido algo aprensivo y le cuesta aceptar lo imprevisible.

Pasa algo similar con el estado emocional concreto que tenemos mientras observamos algo. No tenemos la misma impresión de alguien que nos ofrece una prolongada conversación cuando estamos relajados/as ( «cuánto tiempo sin hablar con él/ella…, qué amable») que cuando nos pillan estresados/as porque algo nos preocupa o porque tenemos mucha prisa ( » ¡qué tío/a tan pesado/a…!» )

¿Y cuando a alguien le pasa algo bueno?¿Cómo te sientes? Si somos empáticos, lo normal es que también nos alegremos. Cuando no es así, la envidia es una señal también de algo. Muchos/as dirán que el sentimiento cambia en función de la persona de la que hablamos, pero yo creo que depende más de cómo nos pille a nosotros/as, de cuáles sean nuestras carencias en ese momento o de cuál es la imagen que tenemos de nosotros/as mismos/as .

Y más situaciones que se nos ocurren a todos/as.

En fin, aprovechémoslas para conocernos mejor.

 

 

 

 

 

Cuando todo se vuelve complejo y nos dispersa, necesitamos volver a lo simple. Pero a veces no sabemos cómo hacerlo, tenemos que inventar algo nuevo exactamente igual a una versión anterior en lugar de simplemente recuperar y reciclar lo ya existente.

Es lo que ha pasado con el móvil Punkt MP 01, el cual venden como el móvil de la desintoxicación digital . Lo que le diferencia de los actuales móviles, smartphones en su mayoría, es que sólo sirve para llamar , recibir llamadas, enviar mensajes de texto. Ah, sí y tiene calendario y reloj. Y la batería dura mucho más. ¿ No les recuerda esto a algo? No hace tanto que yo tuve un teléfono así. De hecho aún conservo alguno que podría utilizar de nuevo.PososAnarquia_Punkt

Pero parece más legítimo invertir casi 300 euros en algo que tendríamos gratis si removiéramos un poco los cajones. Que hace exactamente lo mismo , pero es nuevo y más bonito o moderno.

Nos da miedo volver atrás. Parece que si utilizamos cosas antiguas o no usamos las nuevas nos van a mirar raro y entonces vamos a interpretar que nosotros/as también somos antiguos/as o estamos desfasados/as.

Nos identificamos tanto con nuestros objetos… y no sólo con la ropa y los complementos, … A veces los vemos como  una extensión de nuestra personalidad.

Te animo a reflexionar un poco: ¿hasta qué punto piensas que lo que utilizas o te pones te define a ti?¿ Qué precio estás dispuesto/a pagar para conservar esa coherencia?

Les deseo una semana estupenda 🙂

 

 

 

 

 

Lo cierto es que no suelo leer muchas fábulas o cuentos, aunque me gustan. Pero el otro día leí uno que me llamó la atención:

Contaba que un discípulo de SócratesSocrates,_p_125_(World's_Famous_Orations_Vol_1) se acercó un día a él para contarlo algo :»No se imagina,  maestro,  el comentario malintencionado que escuché sobre usted…» ( algo así le dijo).

Sócrates le contestó : «¿Ha pasado eso que vas a decirme antes por las tres bardas ( bardas son algo así como vallas)?»

El discípulo se quedó confundido.

-La primera barda es la de la verdad – dijo Sócrates- ¿Estás seguro de que lo que vas a contarme es cierto?

-Lo cierto es que no puedo estar seguro…

– La segunda barda es la de la bondad: lo que vas a contarme al menos es bueno?

– No, no lo es, maestro.

– La tercera barda es la de la necesidad: es necesario que yo sepa lo que vas a decirme ?

– No, maestro, realmente no es necesario.

– Entonces, si no es cierto, ni bueno ni necesario,dejémoslo en el olvido.

 

A veces no nos planteamos cuál es el sentido, para qué contamos algo a alguien. Quizá incluso tiene un efecto mayor sobre nosotros mismos que sobre la persona que lo escucha.

No sé, lo mismo el discípulo de Sócrates esperaba ganar el respeto de su maestro por facilitarle una información que él no tenía, ( Sócrates, que sabe tanto…)  independientemente de su naturaleza y origen.

Me parece útil esto de las tres bardas, valorar antes que podemos realmente ganar con difundir una información o no hacerlo  y a qué nos arriesgamos con ello.

 

 

 

 

 

 

 

 

A medida que crecemos , aprendemos no sólo que podemos contar cosas a los demás sobre nosotros/as mismos/as, sino que el tipo de información personal que compartimos depende de la persona con la que hablamos y del contexto : con el vecino en el ascensor hablamos de qué nos parece el  tiempo, con nuestro amigo/a íntimo/a hablamos de quien nos gusta o no nos gusta. Con la familia hablamos de planes de futuro, de la carrera que vamos a estudiar,…

Por mucha necesidad que tengamos de hablar, el aprendizaje social nos hace esperar al contexto o a los interlocutorres adecuados, contenernos.Para protegernos de sentirnos violentados o rechazados por los demás o vernos dentro de un conflicto

La autorrevelación o compartir información sobre nosotros/as mismos/as, nuestra historia , es importante para generar relaciones sociales y afectivas sanas, para mostrarnos ante los demás como somos y para animarles a que ellos/as también hagan lo mismo. Siempre que sepamos adaptarnos al contexto y al intcoffee-110529_640erlocutor… De lo contrario podemos salir perjudicados o vernos envueltos en situaciones violentas.

Si no estamos seguros de si lo que vamos a compartir es beneficioso para nosotros y para los demás, podemos plantearnos:

– ¿ Puede resultar interesante lo que voy a contar para la otra persona ? ¿Qué le aporta?

– ¿ Cómo se puede sentir?

– ¿ Cómo me siento yo hablando de esto en  este contexto ?

– ¿Puede a la larga perjudicarme que se conozca esta información en este ambiente ?

Las relaciones y las expectativas sobre estas relaciones se construyen a través de la comunicación. Abrimos unas puertas a la intimidad y cerramos otras según lo que decidimos revelar de nosotros/as mismos/as y de nuestra vida.

 

 

 

 

 

 

 

 

Qué bien nos lo pasamos el otro día buscando excusas. Realmente hay gente que tiene mucha imaginación 🙂 De chicos/as no tenemos reparo en buscar los argumentos más creativos, pero de grandes tampoco nos quedamos cortos.

Es tan fácil poner una excusa para librarnos de algo o para no dar explicaciones comprometidas… Se nos olvida hacer algo y  ofrecemos toda una historia para justificarlo. Llegamos tarde y resulta que había tanto tráfico o un accidente o alguien nos entretuvo. No querhuevotristeemos ir a algún sitio y de repente nos puede surgir un imprevisto o no nos encontramos bien. .. Y si  sabemos que nuestro comportamiento no es justo o moral : total, todo el mundo lo hace…O ¿qué quieres? Yo soy así… El caso es que frecuentemente aparece un ente superior que nos dirige irremediablemente a un error, o nos impide cumplir con algo con lo que nos hemos comprometido o a lo que nos han invitado.

¿Por qué nos resulta tan tentador tirar de excusas? Puede estar ocurriendo algo de esto:

  1. Tenemos miedo al rechazo o al juicio de los demás, a quedar mal o a ofenderles

  1. Nos cuesta hacernos responsables de nuestros propios errores y decisiones.

  2. Nos cuesta comprometernos con un objetivo.

  3. La excusa es la alternativa a decir siempre que  para aquellas personas a las que les cuesta decir No.

Todos/as caemos en esto de vez en cuando. Sin embargo puede ser arriesgado abusar de las excusas. Al igual que el alcohol y las grasas saturadas sin moderación pueden hacernos daño. ¿Por qué? Pues a parte de que es cuestión de tiempo que nos pillen y perdamos credibilidad , podemos deteriorar nuestra autoestima, instalando la creencia de  que nuestras propias necesidades y deseos no son lícitos ante los demás y de que realmente no somos nosotros/as los que controlamos nuestra vida.

Es muy liberador a veces ser un poco más valientes y  reconocer simplemente que no hicimos lo más apropiado . O que no nos apetece o convence una idea . O que nos equivocamos…

¿Lo has probado?