No sé si les ocurre a ustedes, últimamente me encuentro con muchas personas con dolencias estomacales: colon irritable, gastroenteiritis recurrentes, …

Al estómago lo han llamado el «segundo cerebro», o «cerebro emocional» porque sobre él impactan directamente el estrés y las emociones, hay una relación directa entre cerebro y estómago. De ahí que muchas personas que atraviesan una situación personal, emocional inestable también sufran molestias digestivas : digestiones pesadas, «tripa hinchada» ( o distensión gástrica ), infecciones, gastroenteritis,…  en los casos más prolongados pueden  aparecer enfermedades comoProjekt_Stomach,_piercing el síndrome de colon irritable .

Las emociones a las que no damos salida ( ira, tristeza, insatisfacción, miedo,…)  , expresándolas , neutralizándolas o compartiéndolas con otros, se quedan » atascadas» dentro del cuerpo. ¿Cómo ocurre esto? El sistema digestivo tiene la función de eliminar, limpiar. Ante situaciones que el cerebro interpreta como estresantes nuestro organismo  comienza a producir sustancias como el cortisol, o la dopamina que si no se eliminan son las que generan depresión, ansiedad o cansancio.

Pero también esta conexión cerebro- estómago funciona a la inversa: según como nos tratamos en este aspecto, nos sentiremos más o menos relajados/as , enérgicos/as  o satisfechos/as . Nuestro estado de ánimo depende también del estado del estómago. En este sentido yo seguiría las recomendaciones de Irina Matveikova, médica especializada en Endocrinología y Nutrición Clínica : 

  • Escuchar nuestro estómago : observar qué es lo que nos sienta bien, o que parece que «golpea» nuestro estómago, no sólo en cuanto  a la comida.
  • Comer con calma. Dedicarle un mínimo de tiempo para que al intestino le dé tiempo a moverse y a trabajar adecuadamente.
  • Hacernos un sencillo automasaje en la tripa con movimientos circulares, siguiendo las agujas del reloj. Dedicarle diariamente unos minutos.
  • A media tarde , cuando nos sentimos cansados, hacer respiraciones abdominales profundas .
  • Vigilar con qué frecuencia vamos al baño. Acudir cada vez que lo necesitemos y dedicarle unos 15 minutos.
  • Cuidar lo que comemos. Hidratarnos bien mediante fruta y verdura fresca, equilibrar el consumo de grasas y sobretodo de harina y trigo. Detenernos a darnos cuenta de por qué comemos , de si realmente tenemos apetito o simple gula,  aburrimiento, o ansiedad. Entonces detenemos la actividad de comer y buscamos otra actividad que satisfaga nuestras necesidades sin castigar nuestro estómago ( dar un paseo, un baño, sentir el sol, escuchar música relajante,…)  y por tanto sin dañarnos a nosotros mismos .

Al final, somos tanto una mente como un cuerpo, todo es lo mismo porque recibimos todo aunque sea en lugares distintos.