Cuando somos pequeños, queremos ser «grandes». Cuando nos hacemos mayores, nos gustaría ser más jóvenes. Pocas personas se identifican con su edad actual, o estamos esperando momentos vitales mejores o echamos en falta los que ya pasaron. Otras personas en lugar de disfrutar de la juventud que tienen ahora viven con miedo a perderla ( como si de ellos/as dependiera…).
Sólo nos damos cuenta de lo mayores que somos cuando ver cumplir dieciocho o veinte años a nuestros hijos o sobrinos y podemos recordar cómo era nuestra vida a esa edad. Porque realmente nuestra edad nos permite muchas veces hacer prácticamente las mismas cosas que esos chavales .
Miramos hacia atrás y siempre podíamos haber hecho más cosas, haber exprimido más el momento. No es que tenga que ser así, es que nos resistimos a aceptar que ya pasó esa oportunidad y lo que nos quedan son las posteriores.
Y cuando ya la edad nos limita para algunas cosas también nos abre oportunidades para otras: ya sea para enseñar a otros porque sabemos más y hemos vivido más que otros/as o para darnos permiso a sentirnos cansados/as.
Pienso que todas las edades y momentos se viven de forma diferente, que no mejor ni peor y es importante que sea así para que realmente nos sintamos «crecer». ¿La edad que mejor te sienta? Si tú quieres, la que tienes ahora 🙂 .