Al estudiar Psicología una de las cosas que más me impactó aprender es que podemos aprenderlo todo, incluso a que no podemos hacer nada.

Cuando escucho a alguien que siente que nunca va a resolver un problema, a sentirse bien, a encontrar trabajo,… le veo como una rata. No piensen mal, es que hubo un experimento de un psicólogo que se llamaba Seligman en el que la protagonista era una rata.color-rat-399706_640

A la rata la encierran ( siempre las ratas, las pobres) en una caja con dos compartimentos: uno de seguridad y otro de peligro . Cuando la rata, curiosa como es ella, entraba en el compartimento de peligro se le aplicaban descargas eléctricas. Sin embargo en el de seguridad nunca ocurría esto. La rata aprendió, por tanto,que lo que tenía que hacer cuando aparecían las descargas era cambiarse de sitio.

Esto en una primera fase del experimento. Después, sin embargo, la cosa cambió: los dos compartimentos se volvieron zonas de peligro, y fuese a donde fuese, la rata podía recibir descargas en cualquier momento.

¿Qué creen que hizo la rata cuando se dio cuenta de esto?….

El resultado fue que encontraron a la pobre infeliz inmóvil, agazapada en un rincón sin moverse, sin hacer nada, porque aprendió que no podía hacer nada por evitar el dolor.

Esto nos pasa a los animales humanos también: llega un momento en que aprendemos ( no quiere decir que sea real) que , independientemente de nuestras acciones, nuestra situación no va a cambiar y caemos en la desesperanza, que es la mayor compañera de la depresión y predictora de intentos de suicido también. Y a esto lo llamaron Indefensión Aprendida.

Difícilmente lo que nos sucede es totalmente fruto de la mala suerte, el destino, o como quieran llamar a aquello que no podemos controlar. Siempre hay algún aspecto que depende de nosotros, aunque sea la actitud con que encajamos los golpes.

Si me veo con mayor  control sobre lo que ocurre, emprenderé más acciones dirigidas al cambio. Y entonces habrán más posibilidades que las cosas realmente cambien . ¿O no?

 

 

 

 

 

Pienso que frente a la injusticia de aprovecharse de otras personas está la necesidad de éstas últimas de hacerse oír.

Nos han educado confundiendo a ofensa con la defensa. Y aunque las palabras se parezcan, representan conceptos muy diferentes. Pensamos muchas veces que las personas que saben defenderse son aquellas que muestran mal carácter, insultan o chillan mucho ( «¡que no se metan conmigo ,que con la mala leche que tengo…!»). O que el que golpea antes golpea dos veces…. O que la mejor defensa es un buen ataque. Y nada más lejos de la realidad: precipatarse o atacar con la forma más que con el contenido se puede volver en nuestra contra y volvernos más fácilmente manipulables.

De otro lado, hay una resistencia para defender los propios derechos: por no resultar «bordes»o desagradables, porque «total para qué…», «no vale la pena,… » con lo que podemos tragarnos el abuso y aunque intentemos negarlo la rabia y la insatisfacción nos devoran por dentro.

 

Cuando las personas acaban sintiendo que no pueden hacer nada para evitar o frenar el abuso de poder o la manipulación disfrazada de las más sofisticadas formas(  falso victimismo, culpabilizar a otros, datos económicos o médicos que saben que no vas a entender) decimos que se encuentran en situación de indefensión.firma_foto

Los blancos fáciles son los /as más vulnerables: niños/as, personas mayores, personas de escasa cultura, o con algún tipo de discapacidad que les dificulte  diferenciar sus intereses y los de los demás… o bien cualquiera de nosotros en una situación personal o emocional determinada o faltos  de recursos o de información.

En la época que estamos viviendo en que somos víctimas y  testigos de abusos sociales, ecónomicos, morales,…no sólo es importante defender a estas personas, sino también ayudarles a que aprendan definitivamente : cuándo pueden estar siendo abusados o manipulados, dónde están los límites , qué pueden hacer para defenderse , cuándo necesitan ayuda y en ese caso a quién pueden recurrir.

La fuerza y la paz que recibimos cuando denunciamos un abuso es mayor a la posible humillación de reconocer que se han aprovechado de nosotros y «lo hemos permitido» ( porque realmente no podíamos hacer mucho…). Para que , si nos toca ser víctimas, al menos seamos víctimas  con dignidad.