Recientemente impartí un curso sobre cómo Proteger la Intimidad de las Personas Mayores para el personal de una residencia.

Me doy cuenta de que hay conceptos, como la Intimidad, que se redimensionan..

¿En qué pensamos cuando escuchamos que hay que respetar la vida íntima de las personas? O cuando hablamos de amigos íntimos, estancias íntimas, partes íntimas, jabones íntimos,… 😛

La intimidad se refiere a aquella parte de la vida privada que decidimos reservar para nosotros/as mismos/as, o que elegimos muy minuciosamente con quién compartir… De hecho, preguntarle a alguien si cree en Dios o si sufrió sarampión de pequeño puede ser tan íntimo y potencialmente invasivo como indagar sobre sus prácticas sexuales.

Sin embargo, es más violento romper esta barrera , quizá porque todo lo que tiene que ver con el cuerpo pertenece no sólo a lo íntimo, sino también a lo tabú. Y entonces lo social de nuevo se sobrepone a lo individual.

Y tendemos a saltarnos este límite cuando nos relacionamos con personas más vulnerables que nosotros, como personas mayores o personas con discapacidad. Forma parte de la infantilización a la que sometemos a los individuos cuando requieren de forma sustancial de nuestra atención.

Queremos ayudarles, por eso opinamos sobre sus relaciones familiares, les aconsejamos sobre la ropa que se tienen que poner, ordenamos sus objetos o nos atrevemos con bromas o chistes sobre su comportamiento o sus relaciones que, seamos honestos, no haríamos con personas que colocamos a nuestro nivel.

Todo desde el respeto y el cariño, claro que sí, pero podríamos plantearnos hasta qué punto, si recibiéramos el mismo trato, no nos sentiríamos invadidos. La empatía, como siempre, fundamental para ofrecer un servicio de calidad en relación de ayuda.

Hay cosas que de vez en cuando no me viene mal repasar. Igual que repasamos inglés, geografía o una receta de cocina, ¿por qué no refrescar nuestros derechos asertivos? Es decir, aquellas cosas que nos corresponden sólo por ser personas que vivimos y con-vivimos en este mundo:

  1. Tengo derecho a ser tratado/a con respeto y dignidad

  2. Tengo derecho a tener y expresar los propios sentimientos y opinionesamigos

  3. Tengo derecho a ser escuchado/a y tomado/a en serio

  4. Tengo derecho a juzgar mis necesidades, establecer mis prioridades y tomar mis propias decisiones

  5. Tengo derecho a “decir NO” sin sentir culpa

  6. Tengo derecho a pedir lo que quiero , dándome cuenta de que también la otra persona tiene derecho a decir “NO”

  7. Tengo derecho a cambiar

  8. Tengo derecho a cometer errores

  9. Tengo derecho a pedir información y ser informado/a

  10. Tengo derecho a obtener aquello por lo que pagué

  11. Tengo derecho a decidir no ser asertivo/a

  12. Tengo derecho a ser independiente

  13. Tengo derecho a decidir qué hacer con mi tiempo, cuerpo, etc. mientras no se violen los derechos de otras personas

  14. Tengo derecho a tener éxito

  15. Tengo derecho a gozar y disfrutar

  16. Tengo derecho a mi descanso o aislamiento

  17. Tengo derecho a superarme, aún superando a los demás

 

Pues eso, cada uno/a que revise cuál se le había olvidado últimamente, y si lo considera necesario, que haga algo al respecto.

 

Lo cierto es que no suelo leer muchas fábulas o cuentos, aunque me gustan. Pero el otro día leí uno que me llamó la atención:

Contaba que un discípulo de SócratesSocrates,_p_125_(World's_Famous_Orations_Vol_1) se acercó un día a él para contarlo algo :»No se imagina,  maestro,  el comentario malintencionado que escuché sobre usted…» ( algo así le dijo).

Sócrates le contestó : «¿Ha pasado eso que vas a decirme antes por las tres bardas ( bardas son algo así como vallas)?»

El discípulo se quedó confundido.

-La primera barda es la de la verdad – dijo Sócrates- ¿Estás seguro de que lo que vas a contarme es cierto?

-Lo cierto es que no puedo estar seguro…

– La segunda barda es la de la bondad: lo que vas a contarme al menos es bueno?

– No, no lo es, maestro.

– La tercera barda es la de la necesidad: es necesario que yo sepa lo que vas a decirme ?

– No, maestro, realmente no es necesario.

– Entonces, si no es cierto, ni bueno ni necesario,dejémoslo en el olvido.

 

A veces no nos planteamos cuál es el sentido, para qué contamos algo a alguien. Quizá incluso tiene un efecto mayor sobre nosotros mismos que sobre la persona que lo escucha.

No sé, lo mismo el discípulo de Sócrates esperaba ganar el respeto de su maestro por facilitarle una información que él no tenía, ( Sócrates, que sabe tanto…)  independientemente de su naturaleza y origen.

Me parece útil esto de las tres bardas, valorar antes que podemos realmente ganar con difundir una información o no hacerlo  y a qué nos arriesgamos con ello.

 

 

 

 

 

 

 

 

Vamos a probar una cosa: imagina que una persona que conoces, un familiar/a o un amigo/a te dice que tiene una nueva pareja o amistad. ¿Cómo te lo/la imaginas? Piensa, y esto es importante,  en la primera imagen que te venga a la cabeza. De estatura y peso medios, quizá rubio/a o moreno/a, con el pelo largo o corto,… Pero ¿has imaginado a alguien en silla de ruedas o ciega?¿O que carezca de un brazo o una pierna?¿Especialmente bajo/a o con Síndrome de Down? Estos rasgos no caben, no entran en nuestro esquema habitual de lo que es una persona cualquiera.

"Corazón de León", de Marcos Carnevale

«Corazón de León», de Marcos Carnevale

Y eso no es discriminación. No es mala voluntad, ni egoísmo. Se trata de un puro problema de educación. Tenemos una gran incapacidad para aceptar la diversidad. Ni siquiera la discapacidad, sino cualquier elemento distinto a aquello junto a lo que nos hemos criado. Las personas con discapacidad no tienen un problema; el problema lo tenemos nosotros/as, por la forma en que hemos desarrollado nuestra visión del mundo.

Hace poco vi una película argentina, Corazón de León, en la que una chica de apariencia lo que llamamos normal, tirando a alta, se enamora de un hombre encantador. Y muy bajito ( 1,35 cm). Pese a su fuerte voluntad de defender el amor que nace entre ambos, tiene que enfrentarse a sus miedos: el miedo a que esta  relación no encaje con el guión que se había consolidado a lo largo de su vida, y por supuesto el temor al rechazo y a la incomprensión de las personas que la rodean. Y esto no es fácil.

Las barreras más importantes no están en las aceras, ni en las escaleras, ni en la calle. Las más resistentes están en nuestra mente.Y en nuestro corazón.

 

 

Hace poco me hicieron un bonito regalo: el último disco de Sole Giménez ( la recordarán por ser vocalista del grupo Presuntos Implicados). Parece que al volver a escuchar algunas canciones años más tarde , las comprendo mejor que antes.

Cuando somos niños/as pensamos que todo, incluyendo los amigos, va a durar siempre. Luego, con el amigastiempo,unido a la distancia , sin darnos cuenta nos alejamos de esas personas. Y no es que dejemos de quererlas, es que a medida que nosotros cambiamos y maduramos también cambian nuestras preferencias, afinidades, valores, … y buscamos ambientes distintos en los que vivirlas. Es un proceso inevitable y necesario el de la evolución personal.

En cierto sentido, es positivo comprobar que no tenemos los mismos amigos que antes, porque eso significa que nosotros/as hemos avanzado.

Aún así yo tengo la gran suerte de conservar tres amigas de la infancia. Los lazos que se mantienen durante tantos años , superando obstáculos, se hacen muy resistentes.  Pero sabemos que ya no somos las niñas que fuimos, somos tres personas distintas que se han reencontrado como personas adultas y que han creado una amistad diferente.

Respecto a los/as que se nos quedaran atrás, ya se sabe: tal vez si tú y yo queremos, volveremos a sentir aquella vieja entrega… Los niños/as o chavales que perdieron el contacto pueden retomarlo ahora como adultos. Como personas «desconocidas» las cuales comparten recuerdos muy tempranos. Que eso con pocas personas se puede compartir…