Se supone que los errores están para aprender de ellos : reconocemos el error, analizamos qué ha fallado, pedimos disculpas si es necesario y trazamos un «plan» para evitar que vuelva a ocurrir.

Pero vuelve a ocurrir. A veces el hábito o la compulsión de repetición es más fuerte que el deseo de cambiar. Los psicoanalistas defienden que guardamos una tendencia a la autodestrucción ( o el tanatos), opuesta a la pulsión  o el impulso de luchar por la vida ( Eros). De hecho el estado del ser humano en el que no hay ningún miedo, conflicto, preocupación,… es la no existencia, la muerte. La culminación final del tanatos. Y por eso repeteríamos  todo aquello que sabemos que nos hace daño y que sabemos que nos conviene por nuestro bien evitar.errores

Por otro lado, hacer siempre lo mismo nos previene de lo nuevo, que es desconocido y puede amenazar mi confort, desde el » más vale lo malo conocido». En este caso de una forma más o menos consciente,  sabemos que pagamos el precio de no enfrentarnos a la incertidumbre.

Por ejemplo, hay personas que tienden a elegir parejas que controlan continuamente su comportamiento y con las que no pueden ser felices. Sin embargo, apostar por un tipo de relación diferente abre un nuevo escenario , en el que tienen que ser ellos/as mismos/as, descubrir su propia identidad y el miedo a no saber situarse puede ser muy profundo.

Cabe también que nuestros errores no sean realmente errores para nosotros. Quizá es lo que realmente queremos pero no nos atrevemos a decir. A lo mejor tomé otro tren porque ése era el que realmente quería.  Y consiguiendo el mismo resultado no necesito dar explicaciones.

Con el tiempo (y sus errores ) creo que lo más importante es no culpabilizarse. Pensar si acaso para qué repetimos los mismos errores, y no por qué, … Observar en qué lugar nos mantienen y qué necesidades están satisfaciendo.

 

Hace poco vi una película que me sorprendió, Langosta (Yorgos Lanthimos, 2015). En ella ( no haré mucho spoiler), varias personas se alojaban en un hotel para buscar pareja. De forma casi mecánica, se emparejaban por tener algo en común, ésa era la única regla. Unos porque les sangraba la nariz, otros por tener un humor sádico,…langoss

Aún sabiendo lo irreal de la historia, sí me parece que convivimos con la creencia de que cuanto más nos parecemos, hacemos «mejor pareja», «pegamos más» o tenemos más futuro juntos. Como si el éxito de una pareja radicara en solaparse.

Buscamos  una actitud, interés, preferencia o manía en común que  justifique  el hecho de estar juntos. Y si no la hay, somos capaces de cambiar nosotros/as  mismos/as para parecernos más a la otra persona.

Esto ocurre, claro, de forma inconsciente( de hecho casi siempre son los demás los que se dan cuenta de este cambio ) porque responde a un miedo a descubrir que «somos diferentes y por eso no podemos ser felices juntos».

Todo esto cambia si pensamos que sólo necesitamos  intereses comunes suficientes como para tener de qué hablar ( y ya compartimos mucho  por compartir la condición humana y lo que acarrea) , pero sobre todo, capacidad y disposición para cubrir las  necesidades de la otra persona ( seguridad, afecto, estabilización,…).

O buscar lo mismo, un proyecto que construir en común , cada uno/a desde su idiosincrasia , ya sea un viaje, una casa, un hijo o un negocio.

Las diferencias son inevitables, al igual que los conflictos . Nuestra felicidad depende de si las vemos como una amenaza o si las aceptamos , quizá, como una oportunidad de enriquecimiento.

 

Me sorprende el comportamiento de envolver regalos: como mucho dos o tres veces al año nos podemos sentar a envolver paquetes. Sin embargo, nadie se olvida de cómo hacerlo, es uno de esos aprendizajes automáticos o procedimentales ( según te pones delante de la caja el papel, te sale solo).

Otra cosa que me llama la atención es qué diferentes somos a la  hora de hacerlo. Como todas las tareas a las que nos enfrentamos, reflejan un poco de nuestra forma de ser y de nuestra actitud ante la vida.env regalos

Por lo que veo nos diferenciamos al menos en los siguientes aspectos:

– La generosidad con que empleamos papel y cinta adhesiva: hay gente que mide escrupulosamente la cantidad de papel que va a necesitar para que sobre lo mínimo, mientras que otros prefieren pasarse, aunque luego sobre. Esta diferencia podría decir algo sobre nuestro interés por ser eficientes o planificadores/as.

– La elección del papel: hay quien suele comprar algo muy neutro ( rayas, lunares, arbolitos de Navidad,..) que sirven para todo el mundo, cuando otras personas lo  personalizan, al igual seguramente que los regalos. En este último caso probablemente se trata de personas que tienden a estar muy atentas a las necesidades de los otros y empatizar con sus posiciones.

– La evitación de las arrugas : A veces, sobretodo al llegar a los extremos, el papel se arruga y se abulta. ¿ Luchan ustedes para estirar como sea el papel aún a riesgo de que se rompa o son de la filosofía de así-está-bien-total-lo-van-a-romper-igual…? Hay personas para las que la presentación, la estética, aunque sea efímera es importante, porque crea una primera impresión que marcará el recuerdo del regalo. Otras dan más importancia al  contenido que a la forma y no se paran tanto a observar los matices, creo que son más pragmáticas.

Y podríamos seguir, seguro que se les ocurren más diferencias. En fin, sea  como sea, lo importante es ser capaces de disfrutar del proceso y sentirnos satisfechos nosotros/as mismos/as con el resultado, sea el que sea. Como todo en la vida…

¡Feliz Navidad a todos/as!

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Hace unos días asistí a un cumpleaños. Todo fiesta, y risa y felicitaciones y abrazos… 🙂

Reconozco que disfruto con la alegría de los cumpleaños.

 

No obstante, reconozco ahora también que nuestra cultura está  llena de contradicciones: los cumpleaños son motivo siempre de celebración, felicitamos ( esto es, deseamos felicidad) a las personas que cumplen aniversarios de vida y les deseamos que cumplan muchos más…Sin embargo, ahí estamos todos invirtiendo tiempo , dinero y energía en parecer más jóvenes de lo que somos realmente.birthday-cake-757102_960_720

En este momento habrá que abrir el debate sobre qué significa para nosotros la edad, además de un número o una medida de existencia. Hay personas que relacionan determinadas edades con etapas en las cuales debemos de haber logrado determinadas metas o tareas vitales, son guiones a veces muy rígidos.

Y hay quien tiene miedo a envejecer porque relaciona las arrugas con enfermedad, pérdida de la belleza, debilidad, muerte o pérdida de la «utilidad» para la sociedad. Según lo que más valoras tiras más hacia uno o hacia otro. Y no digamos nada cuando llega la jubilación…

Seamos honestos: por mucho que escuchemos eso de que como los vinos mejoramos con los años, pienso que si realmente no tuviéramos miedo a cumplir no dedicaríamos tiempo a cubrir canas, tapar arrugas, perder peso. Si bien puede ser que haya a quien le interese

A parte de esa leve sensación de ligero vértigo cuando dices en voz alta cuántos años tienes ( o cumples), esperando la cara, la reacción de quien te ha preguntado.No  nos sentimos igual al oír «pensaba que era menos » o no los aparentas que cuando vemos que  nos echan más…

El miedo a la pérdida y la necesidad de aprobación son normales. Luego depende de nosotros/as la cantidad de esfuerzo que dedicamos a intentar frenar o a negar los procesos naturales. La nuestra es una cuenta atrás en vida restante, pero también una cuenta adelante en experiencias, aprendizajes, seguridad y solidez acumulados.

Hoy se me ocurrió una historia:

Pili caminaba por la calle, cuando se le rompió un zapato, una tira de la sandalia. Caminaba chancleando, así que tenía miedo de tropezarse, y se sentía observada por la gente que pasaba alrededor. También tenía miedo de clavarse algún cristal o algo del suelo, ya que la planta del tiempo por momentos se quedaba al descubierto.zapatos

Se fijó en las zapaterías que había cerca y entró a comprarse los primeros zapatos que le quedaron lo suficientemente bien y que podía pagar. Tenía mucha prisa y necesitaba salir de allí con algún par de zapatos para no seguir medio descalza. Eligió unos y cuando salió con ellos puestos se dio cuenta de que le apretaban un poco pero ya no podía cambiarlos y además tenía que llegar ya a casa.

Lola caminaba por la misma zona. Observa los escaparates, y ve un par de zapatos que le llaman la atención. Le gusta el color, y parecen cómodos. Entra y se los prueba pero no está de acuerdo con el precio. Así que se va sin comprar nada. Pero no importa, ya encontrará otros que le convenzan. No tiene necesidad real de unos zapatos nuevos porque ya va cómoda y calzada.

Pasa algo similar con las relaciones personales , cuando elegimos estar junto a una persona desde la necesidad o la dependencia, generalmente se trata de decisiones más precipitadas e impulsivas. Es fácil que acabamos en relaciones que realmente no nos satisfacen o incluso que nos hacen daño por llenar un vacío o cubrir unas necesidades afectivas.

Sin embargo, cuando nos implicamos en relaciones no para conseguir  estar bien sino para estar mejor de lo que ya estamos , o pasarlo mejor, o evolucionar más,  el resultado es diferente…

Piensa cómo y para qué  eliges  y mantienes las cosas y las relaciones en tu vida.

 

 

 

 

 

Qué bien nos lo pasamos el otro día buscando excusas. Realmente hay gente que tiene mucha imaginación 🙂 De chicos/as no tenemos reparo en buscar los argumentos más creativos, pero de grandes tampoco nos quedamos cortos.

Es tan fácil poner una excusa para librarnos de algo o para no dar explicaciones comprometidas… Se nos olvida hacer algo y  ofrecemos toda una historia para justificarlo. Llegamos tarde y resulta que había tanto tráfico o un accidente o alguien nos entretuvo. No querhuevotristeemos ir a algún sitio y de repente nos puede surgir un imprevisto o no nos encontramos bien. .. Y si  sabemos que nuestro comportamiento no es justo o moral : total, todo el mundo lo hace…O ¿qué quieres? Yo soy así… El caso es que frecuentemente aparece un ente superior que nos dirige irremediablemente a un error, o nos impide cumplir con algo con lo que nos hemos comprometido o a lo que nos han invitado.

¿Por qué nos resulta tan tentador tirar de excusas? Puede estar ocurriendo algo de esto:

  1. Tenemos miedo al rechazo o al juicio de los demás, a quedar mal o a ofenderles

  1. Nos cuesta hacernos responsables de nuestros propios errores y decisiones.

  2. Nos cuesta comprometernos con un objetivo.

  3. La excusa es la alternativa a decir siempre que  para aquellas personas a las que les cuesta decir No.

Todos/as caemos en esto de vez en cuando. Sin embargo puede ser arriesgado abusar de las excusas. Al igual que el alcohol y las grasas saturadas sin moderación pueden hacernos daño. ¿Por qué? Pues a parte de que es cuestión de tiempo que nos pillen y perdamos credibilidad , podemos deteriorar nuestra autoestima, instalando la creencia de  que nuestras propias necesidades y deseos no son lícitos ante los demás y de que realmente no somos nosotros/as los que controlamos nuestra vida.

Es muy liberador a veces ser un poco más valientes y  reconocer simplemente que no hicimos lo más apropiado . O que no nos apetece o convence una idea . O que nos equivocamos…

¿Lo has probado?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Hace poco hablaba con una compañera que se había sentido atacada por una crítica que había recibido sobre su trabajo. Concretamente es periodista y no tardaron en tirarle por tierra uno de sus artículos (« lo tiraremos a la basura» , etc) .

Hay que tener en cuenta que no hacer críticas adecuadamente puede tener varias consecuencias: además de que podemos acabar en conflicto, las personas al rechazar nuestro mensaje no están receptivas para  el cambio que les estamos pidiendo, por lo que van a seguir funcionando de la misma manera.

Hacer críticas realmente constructivas ( que no destructivas ) y también saber encajarlas se ha convertido en todo un arte.

Para hacer críticas sanas y que favorezcan el desarrollo de cada persona y de las metas comunes hay que tener en cuenta:

  1. Comenzar hablando desde el yo : » Tengo la impresión de que…» «Me siento … cuando tú…». De esta manera nos hacemos responsables de nuestras propias percepciones y opiniones, por lo que la persona que recibe la crítica no tiene por qué interpretarla como un ataque.
  2. Ser específicos/as: cuanto más afinemos en el aspecto concreto al que queremos referirnos , mejor. No es lo mismo decirle a alguien que no  nos gusta como guisa que decirle que para nuestro gusto añade demasiada sal.sand
  3. Dentro de la propia crítica, resaltar algo positivo , algo que sí nos haya gustado ( tiene que haberlo…). O si el balance global es positivo, también decírselo. La técnica del sandwich se basa en la combinación : halago + crítica + halago .
  4. Recordarle que él o ella también puede ganar o mejorar si aplica el cambio que le sugerimos : puede ahorrar tiempo, tener más éxito social , sentirse mejor…
  5.  La crítica es un medio para mejorar una parte de la conducta de alguien que a nosotros/as nos afecta. No es una forma de desahogar nuestra ira o quitarnos responsabilidades de encima. Es mejor elegir un momento en que todos/as estemos tranquilos y un clima de confianza.

 

Todos tenemos derecho a decir aquello que no nos gusta. Hacerlo bien es nuestra responsabilidad.

 

 

 

 

 

 

 

Como algunas partes del cuerpo, hay emociones que no nos gusta mostrar públicamente porque sabemos que están mal vistas . Sin embargo por ello no dejan de estar ahí y de ejercer su función.

Ahí está la envidia: cuando criticamos con fervor a alguien , muchas veces nos encontramos ante un reflejo de lo que nos gustaría ser o tener y ( creemos)  que no hemos alcanzado. Sentimos que si las cosas le salieran mal a esa persona , en el fondo nos alegraríamos un poquito porque  sentiríamos menos inferiores, nuestras carencias son ahora las que pasarían a un segundo plano.envidia

¿Por qué  a pesar de que otros  se dan cuenta a nosotros/as  mismos/as nos cuesta tanto reconocer que sentimos envidia ( y no vale lo de la envidia «sana», que al final es lo mismo)? ¿Lo tenemos asociado a actitudes patéticas o a malas personas? Hemos aprendido tan  bien lo que debemos sentir y no lo que no que ya ni ante nosotros/as mismos/as reconocemos nuestros propios sentimientos.

Personalmente me parece  curioso que mientras la sociedad actual nos conduce a competir y por tanto a compararnos y a medir nuestra valía en relación a la que vemos en  los demás,   por otro lado los valores morales de esa misma sociedad nos empujan a rechazar  estos sentimientos : porque está mal, porque no debemos sentir la envidia cochina, sucia, perversa.

Al final,la envidia, como las demás emociones ( la vergüenza, el deseo, la ira, …)  no son buenas ni malas, ninguna. Realmente son pilotos, señales de algo: de nuestras inseguridades, complejos, miedos o necesidades , que todos/as las tenemos. Podemos aprender de ellas y utilizarlas a nuestro favor, para mejorar y para conocernos mejor . Pero ante todo nos conviene  reconocerlas y aceptarlas , ante nosotros y ante los demás, sin miedo a que nos juzguen o a juzgarnos nosotros mismos/as.

 

 

Manejar las relaciones con los/as demás de forma sana y adecuada no es tarea sencilla, de hecho se convierte en un reto a lo largo de la vida.

Cuando nos relacionamos con la intención de ser asertivos , con los demás , (es decir de ser capaces de defender nuestros derechos y los de los demás dentro de unas relaciones de igualdad ), nos enfrentamos a distintas metas personales:
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  1.  Ser yo  mismo/a: conocerme y aceptarme tal como soy para pedir ante los demás que me acepten tal cual soy.
  2. Hacer frente a todas las críticas que puedan hacerme, incluyendo a aquellas que pueden hacerme daño (críticas «destructivas»)
  3. Criticar de forma constructiva. La crítica constructiva es aquél comentario específico, sincero que se da en el momento oportuno y al que no enganchamos un «pero» como anunciando que ahora viene lo peor. En ocasiones se recomienda advertir a la otra persona de que lo que vamos a decirle quizá no le vaya a gustar (prescripción del síntoma»).
  4. Pedir lo que se necesita: pedir no es señal de debilidad, de que no somos capaces de proveernos algo, sino de que lo merecemos. A veces los demás quieren ayudarnos y no saben cómo, tenemos que guiarles un poco.
  5. Hablar en primera persona, desde el «yo»: «yo considero…», «yo necesito…», «yo siento que…». Y ser específicos, expresar claramente qué comportamiento necesitamos que cambie. No es lo mismo decir «Eres tan desordenado/a…!» que «necesito que ordenes tu habitación». No existen los «nunca» o los «siempre», «todo» o «nada», evitar las generalizaciones.
  6. Actuar de forma responsable. Asumir nuestros errores, sin justificarnos. No pasa nada por equivocarnos y reconocerlo, todos/as tenemos derecho.
  7. Negociar lo cotidiano, las normas de convivencia,  los acuerdos,… excepto cuando tratamos con los hijos, ya que con ellos/as la relación no es de igual a igual.

Cuando nos comunicamos adecuadamente, de forma clara y concreta, sin mensajes disfrazados/as y en el momento que toca, es más fácil conseguir una buena autoestima y mantener relaciones de amistad y de pareja realmente auténticas.

¿Aceptas el reto?

Tengo una amiga que cocina genial. Hace un as albóndigas que han enamorado a varias generaciones. Sin embargo según ella nunca consigue el «punto de sal » perfecto. Así que nunca se la ve satisfecha con sus platos.

Las personas muy perfeccionistas son pulcras en su trabajo y muy cumplidoras, suelen tener éxito laboral y social. Pero también están permanentemente insatisfechas y agotadas ,siempre en busca de lo inalcanzable ,  y les cuesta disfrutar de sus éxitos .

Hay ocasiones en que no vale la pena invertir tiempo y energías en  hacer las cosas de forma » perfecta» : nosotros podemos valorar qué nivel de perfección o excelencia queremos invertir en cada tarea teniendo en cuenta el impacto o la importancia y sus consecuencias. Con el tiempo nos especializamos en dosificar el esfuerzo: la lista de la compra será igual de eficaz si está escrita a lápiz que a ordenador, por orden alfabético y en diferentes colores. Podremos comprar todo siempre que se entienda lo que dice.listacompra

Los/as que son perfeccionistas por rigidez lo son tanto con ellos como con otras personas. Y el/la  que se autoexige continuamente pero justifica a los demás suele contar con autoestima deteriorada, porque se sitúa por debajo de otros: por alguna razón los demás cuentan con un privilegio de condescendencia  que él/ella no tiene.

A mí me gusta que nos imaginemos dentro de un continuo: las cosas siempre pueden hacerse «mejor» y «peor» de lo que las podemos hacer. Si nuestra ambición es hacerlo lo mejor posible, siempre habrá un «mejor» posible, añadiendo tiempo y recursos. Sin embargo podemos plantearnos hacer las cosas lo mejor posible para el tiempo y los recursos que tenemos y que queremos emplear.

Al final nosotros/as decimos cuándo es «suficiente».