Ayer caminaba por la calle y mi cerebro recibió un mensaje directo : NECESITO AZÚCAR. Así de claro . De tal modo que entré en una pastelería y me compré un empalagoso dulce.

Les ocurre esto? A veces el cuerpo nos pide que le demos cosas. Concretamente el mensaje lo recibe el cerebro, porque  los demás órganos digamos que no tienen esa capacidad de comunicarse directamente con nuestra consciencia. Pero lo que está claro es que contamos con una capacidad extraordinariamente sabia y adaptativa para saber cuál es el estado de nuestro organismo y qué necesita exactamente sin necesidad de pasar por un análisis de sangre.

Pensamos que nos apetecen , se nos antojan , nos encaprichamos con ciertos alimentos o sustancias , pero a veces se trata precisamente de los nutrientes que se han quedado ya “en reserva”.

Sabemos de casos de personas , especialmente mujeres embarazadas y niños , que sienten fuertes impulsos por comer cosas como tierra, tiza y hielo ( enfermedad  de pica ). Aunque está considerado un trastorno  de la conducta( alimentaria), se ha comprobado que estas personas tienen importantes carencias de hierro y especialmente de zinc en su cuerpo. De hecho suele tratarse de personas muy desnutridas.

Fíjense: ¿a quién puede parecerle apetitosa la tierra o la tiza?Sin embargo no pueden resistirse. Y los niños no saben de déficit nutricionales.

Indudablemente el cuerpo se comunica con nosotros y tiene sistemas para pedirnos lo que necesita. Y hay otras muchas percepciones y experiencias psicológicas que aparecen sólo para mantener el equilibrio químico del organismo : el dolor, los cambios de temperatura, el adormecimiento de partes del cuerpo,… El cuerpo nos habla. Escuchémosle

 

 

(Tomado de Alberto Montt, www.dosisdiarias.com)

Algo de humor viene bien de vez en cuando para entender nuestras emociones sin asustarnos. Porque somos humanos y nacemos preparados para sentir ira,angustia, tristeza, miedo, alegría  y asco. Luego aprendemos a sentir cosas  vergüenza, arrepentimiento, culpa, orgullo  e incluso respeto. Nos pasa a todas las personas en algún momento de nuestra vida.

Hay personas que enferman porque les cuesta aceptar lo que sienten como parte de ellos/as o porque quieren sentir cosas diferentes de las que sienten . Sólo podemos controlar lo que hacemos, no lo que sentimos.

Charlaba el otro día con Lucía González. Lucía está al frente junto con otras mujeres del Colectivo La Luna situado en Telde (Gran Canaria) , un grupo de personas con  iniciativas teatrales  y origen feminista. Lucía nace del teatro y el teatro nace de ella.

Estuvimos reflexionando acerca de las posibilidades del teatro para ayudar a las personas e incluso en ocasiones para curarlas . Sí, si, el teatro puede tener un poder terapéutico para algunas personas cuando les permite expresar sus propios sentimientos y actitudes desde otro yo, desde otra realidad. Esto es muy irónico; a veces es cuando nos metemos en la piel de otra persona, animal, o elemento cuando nos podemos sentir nosotros/as mismos/as.

El arte se convierte en terapia y la terapia se convierte en arte. Sin ir más lejos ¿cómo creen que se entrena a las personas para que aprendan por fin a decir no, a pedir cosas, a comunicarse  eficazmente en público? Pues implicándoles en un juego de roles o una interpretación supervisada a partir de un guión escrito para ellos. Y,  así, obervando los errores y aciertos y las consecuencias de cada actuación se pulen las habilidades y aumenta la autoconfianza.

Desde chicos estamos creando nuestros propios personajes. Cogiendo un poquito de aquí y otro de allá inventamos formas diferentes de comportarnos y de ver el mundo. Con el tiempo nos convencemos de que son propias. Quizá el teatro nos ayuda  a airear nuestros personajes haciéndonos más conscientes de quiénes somos y de lo que realmente necesitamos expresar.

Yo me voy a atrever. Ya les contaré cómo me ha ido.

Hace poco leí que según un  estudio publicado en la revista Hormones and Behavior, ante fotos de desnudos femeninos, los hombres se fijan antes en las caras de las mujeres que en otras partes del cuerpo. Y además esta tendencia es mayor en los hombres que en las mujeres.

Pudiera resultar esto sorprendente  si pensamos ( como ocurre muchas veces )  en los hombres como seres irremediablemente empujados por estímulos sexuales .

Yo estoy pensando que, claro, esto es una situación de laboratorio en la que quien realiza la tarea no está siendo observado al mismo tiempo ( o al menos él no se da cuenta) por otros. ¿Qué pasaría si estuviera en un bar ante mujeres , si no desnudas, ligeras de ropa?¿Y si además está rodeado en ese momento de otras personas de ambos sexos?

Cuando sabes que te están observando, inevitablemente también te imaginas qué esperan que hagas, cómo esperan que reacciones.  Y también te anticipas a las consecuencias de responder de forma diferente y el efecto que tendrá sobre la imagen que tenemos de nosotros mismos. Cuando un vecino me saluda en el ascensor, yo sin pensarlo le devuelvo el saludo, aunque en ese momento no me apetezca, porque sino lo hago reaccionará como diciendo “qué maleducada!” y yo sé que no soy eso . Total que me ahorro un conflicto entre lo que creo que soy y lo que piensan los demás sobre mí. Y todos tan felices

Me pregunto qué fue antes: el huevo o la gallina. Es decir, si pensamos que a los hombres les mueve el sexo más que a las mujeres porque nos lo han demostrado o se comportan de esa manera porque saben que si no nos decepcionarán y les transmitiremos que no son hombres . (¿Y entonces qué sooomos? , pensarán ellos)

Antes de repartirnos roles de hombres y mujeres hay que pensar qué es ser hombre y qué es ser mujer. Después de que las mujeres hayamos empezado a buscar nuestro auténtico sitio en el mundo, ahora les toca a ellos.