vrEsta Semana, por ser Santa y especial, tenemos a un autor invitado: Yeray David Rodríguez, creativo multimedia.

Hace ya tiempo que está demostrado que los videojuegos, en contra de la imagen popular que aún arrastran, pueden ser una actividad muy estimulante y adecuada para cualquier edad, siempre que se usen con moderación y, en el caso de los niños, bajo la supervisión de un adulto. Además, son muchos los colectivos ajenos tradicionalmente a este mundo, como los mayores, que ya han descubierto los atractivos de las consolas y los juegos de ordenador.

Por ese motivo, y también por el desarrollo de las últimas tecnologías de simulación e interacción, en los últimos años ha aumentado notablemente el interés en estos productos como herramientas terapéuticas que complementen a las tradicionales.

De forma general podemos distinguir dos grandes grupos: en primer lugar están los juegos dirigidos al público en general, pero que por su diseño puede mejorar la calidad de vida de ciertos colectivos de personas. Ciertos juegos de mecánica sencilla y entornos libres e inmersivos, por ejemplo, pueden ayudar a reducir el nivel de estrés. Otros juegos de temática social que invitan a la interacción entre los jugadores pueden resultar útiles a las personas con dificultades para la socialización. Son productos sin pretensiones terapéuticas, pero que pueden ser herramientas complementarias muy útiles.

El otro grupo lo conforman juegos especialmente diseñados para personas con algún tipo de trastorno. En este caso, los recientes avances tecnológicos en Realidad Virtual y Realidad Aumentada han mejorado espectacularmente su eficacia, hasta el punto que compañías están buscando la aprobación de la FDA, la máxima autoridad estadounidense en materia de salud. Una técnica habitual de estos juegos es la inmersión en una realidad virtual y controlada, para focalizar la atención del usuario o reproducir situaciones modeladas por los especialistas. Se ha usado en casos de estrés postraumático, trastornos del espectro autista o en cuidados paliativos del dolor. Otros juegos implementan técnicas que mejoran las capacidades cerebrales de los mayores con algún grado de demencia.

Y es sólo el principio: los futuros avances en juegos controlados por la mente y la mayor predisposición de los especialistas sanitarios en usar este tipo de tecnología presagian un desarrollo sin precedentes en terapias mediante videojuegos.

Se puede encontrar más información en este artículo de El Diario, así como en la Wikipedia.

Me gustaría que vieran este vídeo:

https://www.youtube.com/watch?v=NbY7af01TL8      🙂

El niño no consigue su objetivo hasta que recibe el apoyo de su grupo. Lo intenta. Una y otra vez, lucha. Y aunque siempre fracasa sus compañeros creen en él y se lo transmiten.fracaso

En el trabajo, por ejemplo, ¿ es ésta  la cultura que estamos promoviendo, la de apoyar a nuestros compañeros cuando éstos tienen dificultades o miramos hacia otro lado porque ése es su problema? » El/la  pobre… Me parece que no vale para esto…», » aquí hace falta una persona más rápida/resolutiva/espabilada/etc… » Solemos oír.

El volumen de trabajo tampoco ayuda a que podamos permitirnos dedicarle a otra persona el tiempo que necesita , aplazando nuestras propias tareas,  sin que esto nos atrase de forma importante.

Incluso a veces queremos alejarnos de las personas que han fracasado , porque oíamos que para triunfar tienes que rodearte de personas brillantes, de modelos de éxito.

El miedo al fracaso o al error  en mi opinión se alimenta no sólo de las consecuencias negativas que podamos anticipar, (por ejemplo económicas  si nos embarcamos en un negocio) , sino también del gran golpe que puede suponer para nuestra autoestima. Y esto porque sabemos que el fracaso está mal visto, es algo negativo y se relaciona directamente conmigo y no con mis circunstancias o las del entorno.

Si pasas por delante de ese negocio y ves un cartel de SE TRASPASA enseguida piensas que no era buena zona, era un proyecto muy ambicioso o el sitio no era bueno. Fracasó porque se tomaron malas decisiones, porque fueron demasiado atrevidos, todo fue resposabilidad de alguien. No fue mala suerte ni la crisis y tal,…

El problema del miedo al fracaso es el miedo a la acción. No intentamos nada, por si no sale bien. Parece que siempre hay algo que perder, que no vale la pena acercarme a esa persona,  no sea que se vaya a reír de mí. Y el riesgo de que ocurra algo tan terrible para mí merece que pierda la oportunidad de que nos riamos  mucho juntos… 😉

Tenemos miedo a fracasar porque parece que el fracaso será un lastre emocional del que no nos libraremos nunca: no habré fracasado, sino que seré un/a  fracasado/a. Por tanto cualquier otro proyecto que comience también fracasará, sobregeneralizando y condenándonos a una continua profecía autocumplida.

Quizá sea el momento de aprender de otras culturas para ver el fracaso como parte un proceso, no como un resultado en sí mismo. Porque no se acaba aquí, sino que daremos otros pasos  cada vez más sólidos gracias al aprendizaje de los pasos anteriores, aunque fallidos. Y gracias a la ayuda y la confianza de los otros y a sus pasos fallidos, como el niño de la exhibición.

Buenas noches. Y buena semana 🙂