Contamos con la Navidad como una época mayormente para reunir a la familia. Por eso , cuando no es posible reunirlos a todos, porque están geográficamente muy lejos o porque ya no están, es común que se genere un vacío en la casa.
Hay personas o familias que a raíz de estas situaciones aprenden a odiar estas fechas porque les recuerdan lo que han perdido. O esperan que pasen rápido , muy rápido, como cuando te arrancas una tirita.
Hay personas o familias que se llenan de tristeza y a las que les cuesta un gran esfuerzo comprar y abrir regalos.
A medida que crecemos vamos acumulando pérdidas y duelos, forma parte de la propia vida . No podemos estar peleados/as continuamente con la muerte, eso agota mucho.
Se puede vivir una Navidad sin sufrimiento. Cuando pierdes a alguien que quieres las Navidades no pueden ya ser iguales , claro que no … sólo son simplemente diferentes.
A medida que pasa el tiempo , vivimos la Navidad, al igual que la Vida, de forma diferente. Pero no es el paso del tiempo, sino lo que hacemos en ese tiempo lo que nos ayuda a avanzar.
Sólo pensemos en cómo vivimos nuestras sillas vacías:
– Necesitamos sentir la presencia de la persona que «falta». Visibilizarla, hablar de él/ella, simbolizarla. Ayuda ver fotos, escuchar alguna canción que nos traiga recuerdos, o cocinar algo que le gustaba.
– A la larga no ayuda tratar el tema como un tabú, no hablar de quien ya no está o de las circunstancias. No por evitar que surjan las emociones , si aparecen , las dejamos brotar como expresión sana de nuestra vivencia.
– No hay que dejar que la responsabilidad de los preparativos, cenas , etc recaigan sobre la/s misma/s persona/s , conviene repartir las tareas de manera que además de evitar el estrés sintamos que hacemos algo en colaboración.
– Es posible que el duelo esté resultando demasiado doloroso o desgastador para la familia o para miembros de ella y puede ser el momento de incorporar un apoyo profesional para facilitar el proceso.